viernes, 30 de marzo de 2012

¿Quiénes somos y qué queremos?

Un ejemplo que confirma que las Residencias son una mala alternativa y que no cumple con los Derechos Humanos:


¿Quiénes somos y qué queremos?

Por sus obras les conoceréis
Somos un grupo de diversos funcionales que estamos internados en una llar-residencia para minusválidos físicos, que es una residencia concertada. Pensamos que no es previsiblemente la peor de ellas, aunque creemos que tampoco es seguramente la mejor, ni mucho menos. Para acercarse a un patrón más humano –y más democrático— hay muchas cosas de arreglar, muchas maneras de actuar que han de ser totalmente erradicadas, y hay que considerar el paternalismo como una ideología a combatir (en vez de instaurarlo en la línea del centro).
Queremos un tipo de residencia más humano, más comunitario, más libre y mucho más justo. Aunque no tengamos la solución. No nos asusta. La solución vendrá de la manera en que nuestra lucha irá derribando los obstáculos y pondrá los sillares sólidos a favor de la libertad y de la democracia. Hablamos de lucha porque de eso es de lo se trata: una verdadera lucha contra el paternalismo y contra los valedores de la injusticia y los abusos de poder.
A quienes sepáis lo que es el paternalismo y los delitos que se cometen en su nombre, os pedimos ayuda de la mejor forma que podáis prestarla: difundir nuestra lucha y nuestros objetivos, porque son seguramente los vuestros.

Humillados y ofendidos, residentes de AFAP


Tenemos que ir a otro modelo residencial

El punto de partida es el reconocimiento de que el actual modelo de residencias en Catalunya y el estado Español no responde a los deseos de las personas que se ven obligados a residir en ellos, ni posibilita un trabajo de mejora de la calidad de vida de las mismas.
Las personas con diversidad funcional (o sus familias) acuden a las residencias cuando no queda más remedio, pero son lugares no deseados ya que la administración tampoco da otras alternativas: o lo tomas o lo dejas.
Esta percepción tiene que ver, en gran parte, con cómo son hoy en día los servicios residenciales. En general, se siguen construyendo y organizando mal las residencias en nuestro país: centros pequeños de elevada capacidad, que funcionan a modo de instituciones donde las normas no se acomodan a la ley, se aplica una atención uniforme a enfermos distintos, no se respeta suficientemente la privacidad de los residentes, la organización de la atención está centrada en el procedimiento y en las condiciones laborales que priman sobre la atención personalizada y la libertad personal, etcétera. Las costumbres y los deseos de las personas son anuladas.
Levantarse y acostarse a una misma hora (habitualmente muy pronto), compartir una misma habitación, tener reducida su libertad para hacer lo que uno quiere (por falta de espacio de personal y mala preparación, o por el argumento de su seguridad, son dificultades cotidianas que caracterizan nuestras residencias, independientemente de que cumplan o no con los metros (espacio) que exige la departamento de Bienestar y Familia de la Generalitat de Catalunya.
Hay que destacar que el debate de redefinición del modelo residencial que se inició en otros países hace años. Por ese motivo es necesario tener en cuenta para definir un nuevo modelo de atención residencial, algunas experiencias internacionales y determinar sus particularidades. A este respeto, sería bueno fijarse en los casos de Suecia, Dinamarca, Alemania, Francia y Gran Bretaña, que pueden ser aplicables –y muy útiles— en el contexto autonómico o mejor de todo el estado español.
En los países nórdicos hace años que ni se construye ni tan siquiera se habla de residencias (en Dinamarca se han prohibido por Ley en el año 1987). El modelo residencial está condenado a desaparecer por considerarse que no resulta adecuado para atender a las personas mayores o con discapacidad favoreciendo su calidad de vida. La apuesta en estos países para estas personas que necesitan cuidados y tienen que dejar su hogar, se dirige hacia lo que se viene denominando alojamientos con apoyos (apartamentos con servicios o pequeñas unidades de convivencia para las personas con dependencia severa y deterioro cognitivo) donde además de prestar cuidados y servicios de atención personal se garantiza la privacidad, la independencia, y el que la persona, independientemente de su grado de deterioro, pueda seguir con sus costumbres, con su ritmo de vida, cumpliendo sus deseos, y en la medida de sus capacidades, ejerciendo el control de su propia vida.
Esta política parece la más adecuada para el futuro de nuestro país. Ojalá nuestro gobierno sentase las bases para un modelo de calidad en los centros de alojamiento para personas con discapacidad y mayores, de modo que éstos estén orientados realmente a las personas que en ellos viven.
Hay algunas cuestiones que han que poner en el centro de los debates. Por ejemplo, alternativas de alojamiento donde la privacidad, la elección sobre cuestiones básicas de la vida diaria (a qué hora me levanto o me acuesto, cómo se me atiende, qué quiero hacer hoy, con quién voy a estar o no estar) y la flexibilidad sean posibles. Por ejemplo, lugares de continuidad de vida propia integrados en la comunidad, donde las familias y allegados tengan espacio y papel. Por ejemplo, que en residente sea el dueño de su habitación y de todo lo que hay en ella. El reto no es sencillo: se trata de ofrecer un marco que permita conjugar calidad (pero calidad pensada desde la persona y no para la organización) con sostenibilidad de los recursos.
Resistencias al cambio existen. Pero que nadie lo dude: este camino habrá de recorrerse, quieran o no. Necesitamos mirar a Europa. Ahora es el momento del tránsito hacia otro modelo residencial. Es el momento de no conformarnos con lo que ya existe. Pensando en las personas y pensando con las personas.
Nuestra finalidad es vivir como en casa. Para ello hay que definir un nuevo modelo de atención residencial: éste es el reto.

Jesús Córdoba
Humillados y Ofendidos, residentes de AFAP


http://ofendidosafap.blogspot.com.es/2012/03/quienes-somos-y-que-queremos.html

miércoles, 21 de marzo de 2012

La estandarización

Existe la tendencia a la estandarización. Parece que si todos "somos iguales" es mejor. Las leyes tienden a ello. Los políticos (en su gran mayoría) también lo potencian.

Se busca la "normalización" de todos los ciudadanos.

Tienes que pensar de determinada manera. Aceptar una única bandera. Una lengua unificadora. Tienes que actuar de una forma concreta. Ya decidida de antemano. Debes decir SÍ a aquellos decretos o leyes que unos pocos establecen.

Ésta es una manera que conduce al exterminio. No, no digo que que sea una forma de aniquilación física. Pero sí a la aniquilación intelectual.

Debo reconocer que no siempre digiero aquellas formas de pensar muy distantes a la mía. Reconozco que, a veces, me cuesta asumir otras líneas de pensamiento y actuación… pero debo aceptarlas como parte de nuestra diversidad.

Sí, la diversidad enriquece. La diversidad enseña.

Preguntaban a unos científicos si el mundo podría existir sin la basura. Sin las enfermedades. Sin las bacterias nocivas. La respuesta era muy clara; NO.

Para que hayan personas sanas deben existir aquellos agentes contaminantes (virus, bacterias…) que pueden contagiarnos enfermedades. Precisamente ello prepara nuestro organismo a defenderse ante esos ataques.

Ahora sabemos que es bueno estar rodeados de cosas malas. Nos hace mejores y más fuertes.

Quizás sea una respuesta a la estandarización de la que hablaba.

Es bueno que la sociedad esté formada por una gran variedad de individuos distintos. Con capacidades diferentes. Con culturas variadas. Con maneras de hacer y de pensar diversas.

Nuestras "discapacidades" son una forma de hacernos más fuertes ante las dificultades. Más capaces. Mejores luchadores.

Definitivamente no quiero ser un clon. Me niego a ser estándar.

¡Vivan los "patitos feos"!

Martí Ballada

viernes, 16 de marzo de 2012

La castración

Metafóricamente son muchas las formas de castración.
Muchos ciudadanos pueden sentirse castrados cuando ven que sus sueldos bajan y los transportes públicos suben. O los servicios de agua, luz, telefonía…
Esa sensación de castración también pueden sentirla aquellos que van a votar cada 4 años a unos partidos políticos ahí situados que han colocado al frente a unos líderes que pueden serlo para ellos pero no para los votantes de a pie.
Castración es lo que deben sentir aquellas personas que no se sienten representadas por ninguno de los partidos políticos que hablan en otro idioma y hacen todo aquello que dijeron que nunca harían.
Castración es lo que deben sentir aquellas personas con diversidad funcional que, como yo, no pueden acceder por sí mismos a los trenes de RENFE, a muchas estaciones del metro de nuestras ciudades. A tantos y tantos espacios de ocio. A la mayoría de comercios. A muchos edificios donde viven nuestros familiares y amigos… y un largo etcétera. Y todo porque utilizamos una silla de ruedas, o unas muletas, o cualquier otro artilugio que pretende suplantar nuestra dificultad.
Pero siempre he pensado que donde se castra de una manera más clara es a aquellas personas que, por su diversidad funcional (ya sea de carácter físico, sensorial o intelectual -éste especialmente-) son recluidas en una residencia o institución. Allí dentro la ley la marca "la dirección". Lo que ocurre allí no suele saberse fuera. Allí las leyes son otras.
¿Tienen aquellas personas asistidas la capacidad de decisión de sus vidas? ¿De sus horarios? ¿De sus salidas y entradas?
Siempre me he preguntado -y si es verdad que la sexualidad es una faceta del ser humano-, si esas personas pueden mantener relaciones sentimentales y sexuales (con fines reproductivos o no). Si la respuesta a ello es que sí, a esa persona no se le ha negado ese derecho humano. Si la respuesta es que no, es una prueba de que se la está castrando.

Las residencias hay que abolirlas. Esa es la dirección que marca los Derechos Humanos (ONU 2006). Hay que preguntar y respetar las decisiones sobre la forma y el lugar donde vivir de esas personas. Y TODOS sus demás DERECHOS.

Martí Ballada

viernes, 9 de marzo de 2012

Horizonte inalcanzable

Siempre está allí. Al fondo. En la lejanía. Parece inalcanzable, pero sabes que aquella distancia que te separa del horizonte más lejano es cuestión de dar pasos. Muchos pasos, pero eso son unas horas o unos días más. Es una lucha que, aunque supone un gran esfuerzo, es alcanzable.
Pero uno se equivoca en sus cálculos. El objetivo se hace imposible. El problema es que a cada paso que das, el horizonte se aleja de ti. Y no es problema de la velocidad de tus pasos. Cuando parece que más cerca está, a cada metro que ganas, el horizonte se distancia a la misma velocidad.
Esta meta es imposible.
La lucha por los Derechos Humanos también.
Es una batalla perdida. Es un objetivo inalcanzable.
Sabemos que siempre habrá una persona, un colectivo, un país que verá violados sus derechos. En cualquier rincón, en cualquier situación personal sentirá cómo aquel derecho que como ser humano tiene, le es arrebatado. Y, en la gran mayoría de casos, sin opciones para su defensa.
Entonces, ¿si es una batalla perdida, por qué librarla?.
Bueno, la respuesta es fácil. Si nos damos por vencidos, ya habremos perdido.
Por otro lado, en ese caminar diario conoces a personas que quizás puedas ayudar. Aunque sea con palabras, con argumentos, con escritos, con reflexiones, quizás logres que entiendan que tienen esos derechos y aprendan a armarse para luchar en su defensa.
Llegar hasta la línea del horizonte no es el objetivo. El objetivo es pasar por cada aldea, cada pueblo y alentar a aquellas personas en su lucha. Es hacerles saber que tienen unos derechos y que nunca deben renunciar a ellos.
En esa lucha, de una manera muy modesta, estamos.

“Mucha gente pequeña,
en lugares pequeños,
haciendo cosas pequeñas,
pueden cambiar el mundo”.
Proverbio africano.

Martí Ballada

viernes, 2 de marzo de 2012

"Perdoneu, però algú ho havia de dir" (Perdonad, pero alguien lo tenía que decir)

No, la verdad es que hay muchas cosas que no me gustan. Muchas. Sí, también, afortunadamente, también las hay que me gustan. Pero para ser sinceros de éstas últimas hay muy pocas y de las primeras muchas. Muchas.
No me gusta lo que está sucediendo en Siria. No me gusta que nadie le ponga freno. Tampoco lo que sucede en otros países.
Pero para no irme tan lejos diré que tampoco me gusta la represión policial que hace unos días hubo con los estudiantes en Valencia y que nadie dimitió ni fue dimitido por esa represión brutal. Como si manifestarse no fuera un derecho. Claro que lo es. Otros pensarán que es lícito manifestarse pero que romper cristales no lo es. En eso estaríamos de acuerdo, pero habría que analizar entonces muchas cosas. Muchas acciones. Muchas actuaciones. ¿Quiénes y cómo se manipulan esas acciones? ¿Quienes utilizaron la fuerza antes?… etc.
Las imágenes suelen explicar muchas preguntas. Por más que me esfuerce no puedo entender ni aprobar (si que condenar) la imagen del policía protegido y armado con una porra persiguiendo a una mujer asustada que en su huída recibe porrazos a doquier.
No puedo entender que nuestros gobiernos sólo sepan "recortar" gastos y no tengan ni una pizca de creatividad para incentivar un crecimiento dinámico y sostenible. Ni el valor de enfrentarse a las entidades financieras para hacerles modificar sus leyes que rayan la usurería.
Que cambiar de compañía telefónica suponga una peligrosa aventura económica y dolores de cabeza que duran días y días. Que debas esperar semanas para realizar una prueba médica importante o meses para una intervención importante. El ciudadano está cada día más desprotegido. Más acosado. Más reprimido. Que las empresas deban esperar (en el mejor de los casos) muchos meses antes de cobrar sus facturas y que sean las propias administraciones del Estado quienes son los más morosos.

Así no podemos ir bien. Así vamos a la bancarrota.

Analizar estas situaciones pueden parecer la pérdida de algo que ya parece que no tiene valor; la ÉTICA.

Para mí es peor, es la pérdida de DERECHOS.

"Perdonar, pero alguien lo tenía que decir".

Martí Ballada