No actúan sólo en el mar. Ahora lo hacer en tierra, mar y aire. En cualquier superficie que les permita robar la mayor cantidad de dinero con el menor esfuerzo posible.
Ahora no llevan un ojo tapado. Eso les delataría. Son personas "normales". De altura similar. De aspecto similar. De apariencia similar a cualquier ciudadano. Que cuando hablan en público hasta les votarías… pero son de una raza especial. Una raza que en los últimos tiempos se extiende por más sectores, por más ciudades y países. Son los piratas de nuestro siglo.
Personas que no dudan en robar el dinero de las personas ancianas que confían en ellos (o sus cargos) y les depositan en su entidad los ahorros de toda la vida. Piratas que ocultan las verdades o mienten directamente si ello les supone beneficio. Que esconden la letra pequeña o la disimulan. Que cambian los conceptos (de llamarse "paquete de inversión de alto riesgo" a denominarlo "Planes de Gran Interés de Futuros") para atraer a aquellos ciudadanos (podríamos estar todos en este paquete) que no saben, que no conocen pero que confían en las personas y en aquella institución financiera que, tradicionalmente fue una entidad dirigida por especuladores profesionales pero que hoy ya son directamente piratas aunque en la fachada de su entidad no ondee la bandera con la calavera y los huesos cruzados.
Y no se limitan a engañar a las personas mayores. Lo hacen con todo el mundo y en todas las ocasiones. Piratas que, junto a otros secuaces que dirigen partidos políticos crean burbujas inmobiliarias que, cuando explotan, ellos saben rentabilizar ya que si hay beneficios durante esa inflación, es para ellos y si hay pérdidas reclaman su saneamiento a los ciudadanos y depositarios de sus ingresos, es decir, sus clientes.
Y no pasa nada. Los políticos les permiten ese juego y aquí no pasa nada.
Es ésta también una violación de los Derechos Humanos. Entre otras razones porque es entonces cuando quienes gobiernan justifican los recortes en las inversiones sanitarias. En la educación. En la asistencia social, además, endurecen las penas si expresas pacíficamente tu queja y eso es también una pérdida de derechos. De los Derechos Humanos.
Martí Ballada
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